Keyloggers: escuchas silenciosas en el teclado
Un keylogger, en los términos más sencillos, es una herramienta que registra todo lo que se escribe en un teclado. Aunque básicamente se trata de un software o hardware que registra las pulsaciones del teclado, su reputación ha estado ligada durante mucho tiempo a la ciberdelincuencia. Sin embargo, la historia y los usos de los keyloggers demuestran que su función no siempre es puramente maliciosa.
Los primeros keyloggers aparecieron cuando los ordenadores personales aún estaban en pañales. En los años 70, las agencias de inteligencia estadounidenses experimentaron con sencillos dispositivos conectados a máquinas de escribir eléctricas para controlar lo que se tecleaba. Por aquel entonces, el objetivo no era sólo el espionaje, sino también estudiar la seguridad de la información sensible.
Hoy en día, la mayoría de los keyloggers vienen en forma de software. Pueden ejecutarse silenciosamente en segundo plano, registrando cada carácter tecleado, almacenándolo en un archivo o enviándolo a un servidor remoto. Estas herramientas suelen introducirse en los ordenadores a través de archivos adjuntos de correos electrónicos maliciosos, sitios web de phishing o unidades USB infectadas. En el mundo de la ciberdelincuencia, los keyloggers se utilizan sobre todo para robar contraseñas, datos de tarjetas de crédito o mensajes privados.
Además del software, también existen los keyloggers por hardware. Los más sencillos son pequeños adaptadores que se conectan entre el teclado y el ordenador. Los modelos más avanzados pueden integrarse directamente en teclados u ordenadores portátiles, lo que los hace casi imposibles de detectar para el usuario medio. Estos dispositivos no sólo los utilizan los delincuentes: a veces se emplean en entornos corporativos o en proyectos de investigación que estudian los hábitos de mecanografía y la ergonomía.
Cabe señalar que los keyloggers no siempre se utilizan con malas intenciones. Los administradores de sistemas y los expertos en seguridad pueden utilizarlos para realizar pruebas de penetración o análisis de vulnerabilidades. En algunos casos, las empresas vigilan la actividad de sus empleados, idealmente dentro de los límites legales y previa notificación. Los padres también instalan a veces este tipo de herramientas para supervisar el comportamiento en línea de sus hijos, aunque esta práctica suele suscitar acalorados debates sobre la privacidad.
Detectar un keylogger no es sencillo. Las versiones de software pueden ejecutarse como procesos ocultos del sistema, a menudo con nombres que parecen archivos legítimos. Algunos se ocultan en controladores o utilizan técnicas de rootkit para permanecer invisibles. Los programas antivirus y antiespía pueden ayudar, pero su eficacia depende en gran medida de la actualización de las bases de datos de firmas. Los keyloggers de hardware son aún más difíciles de encontrar: a menos que inspeccione físicamente puertos y dispositivos, es posible que nunca los detecte.
La protección contra los keyloggers requiere un enfoque por capas. En primer lugar, tenga cuidado al abrir archivos o hacer clic en enlaces. En segundo lugar, mantenga actualizados el sistema operativo y el software de seguridad. En tercer lugar, utilice la autenticación multifactor para que, aunque le roben la contraseña, no sea suficiente para obtener acceso. Por último, realice acciones sensibles, como la banca en línea, sólo en dispositivos en los que confíe.
Los keyloggers siguen ocupando una zona gris entre la vigilancia legítima y la invasión de la privacidad. Su eficacia, sigilo y facilidad de despliegue garantizan que seguirán formando parte del panorama de la ciberseguridad durante mucho tiempo. En las manos adecuadas, pueden ayudar a proteger los sistemas. En las equivocadas, son una amenaza peligrosa para cualquiera que utilice un ordenador.